A finales de agosto, en una calorosa tarde, cuatro ordenadores trabajaron a tope para adquirir 72 billetes de avión en Ryanair con destino a Berlín, pasando por Madrid y Frankfurt-Hahn. La invasión del club se produjo en tres etapas (no fuera a ser que se notara mucho nuestra presencia en la capital alemana). La organización del evento corrió a cargo del, por entonces, tesorero del club (llevamos dos meses en crisis institucional y no se ve la salida por ningún lado), es decir por el:
(Nombramiento directo del Soviet Supremo)
(Tesorero cesado, en funciones hasta liquidación de cuentas con la Presidencia)
Dicho general (en realidad parecía más bien el conductor de un tanque soviético, las pruebas fotográficas así lo atestiguan) desarrolló el plan previsto con mano estaliniana lo cual no impedía que se dieran pequeños rodeos para llegar a los objetivos.
Gracias al programa diseñado dejamos que algunas zonas, barrios y monumentos de Berlín pudieran apreciar la calidad humana de los miembros de nuestro club atlético. Sólo pensar todos los lugares visitados le produce al cronista un agotador estrés.
Hubo tiempo para todo: pasear, alguna que otra foto, algún museo, alguna tienda, alguna cerveza, alguna discoteca, alguna cena “Inserso”, algún gin tonic, alguna risa, alguna carrerita. La ciudad nos ofreció sus múltiples caras: con sol, lluvia y frío.
No obstante podemos destacar la calidad de las discotecas, la cerveza turbia, el vino del Rhin y el cerdo germánico. La actividad atlética del domingo será recogida en otra singular crónica.
Finalmente también hay que reseñar la visita a Coblenza, fantástica ciudad en donde se unen el Mosela y el Rhin, y el acongojante viaje de regreso al aeropuerto.
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